¿Se puede medir el aprendizaje? Una defensa necesaria desde las Ciencias Sociales

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Autor/a

Antonio Matas-Terron

Fecha de publicación

19 de junio de 2025

Instrumentos de medición tradicionales (Patwa Haveli, Jaisalmer).

Imagen: Meghashah21, CC BY-SA 4.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0, via Wikimedia Commons

¿Se puede medir el aprendizaje? Una defensa necesaria desde las Ciencias Sociales

Hace unos días, en una conversación entre colegas uno de ellos afirmó con rotundidad que “el aprendizaje no se puede medir” haciendo referencia al aprendizaje académico del alumnado. La frase no es nueva, es un argumento habitual en ciertos círculos de educadores, que refleja una confusión que conviene resolver. Especialmente por sus implicaciones como la Pedagogía, la Psicología, o la Sociología, entre otras, que se presentan como disciplinas científicas que tratan de construir un conocimiento riguroso sobre cómo aprenden las personas.

Es cierto que el aprendizaje es un proceso interno, invisible a simple vista. Pero también es cierto que produce manifestaciones observables. Cuando una persona explica con claridad el proceso de subducción de las placas tectónicas, cuando resuelve un problema de álgebra o distingue una falacia ad hominem en un debate, está mostrando comportamientos (observables) que reflejan aprendizaje (no observable). Esas conductas son observables, registrables y, por tanto, susceptibles de ser medidas.

Negar esto sería como decir que no podemos medir la temperatura porque no vemos el calor. No vemos el aprendizaje, pero sí sus efectos. Y, como en tantas otras disciplinas científicas, usamos instrumentos que permiten traducir un fenómeno no observable directamente en indicadores observables.

Medir no es lo mismo que contar

Aquí es clave una distinción que a veces se pasa por alto: medir no es simplemente contar. Medir es asignar valoraciones (numéricas o categóricas) a fenómenos conforme a reglas. En este sentido, las escalas de medida propuestas por S. S. Stevens (1946) —nominal, ordinal, de intervalo y de razón— siguen siendo un marco útil para analizar los procesos de medición. Gracias a ellas, podemos adaptar nuestros instrumentos al tipo de aprendizaje que queremos evaluar: desde respuestas abiertas categorizadas hasta pruebas estandarizadas o rúbricas de desempeño.

Esto no implica reducir el aprendizaje a una cifra, sino encontrar formas sistemáticas, válidas y fiables de captar su presencia y evolución. Bien hechas, estas mediciones permiten comparar, analizar, tomar decisiones y —muy importante— mejorar los procesos de enseñanza.

Negar la posibilidad de medir el aprendizaje tiene consecuencias graves: condena a las Ciencias Sociales a la especulación sin verificación empírica, impide evaluar la efectividad de los procesos de intervención (educativos en el caso de la Pedagogía) y nos deja sin herramientas para saber si algo funciona o no.

Las Ciencias Sociales no avanzan a pesar de la medición, sino gracias a que han aprendido a medir con rigor fenómenos complejos. Esto incluye la inteligencia, la motivación, la satisfacción o la adquisición de competencias. Todas estas dimensiones tienen ya décadas de investigación metodológica acumulada que no pueden borrarse con una simple expresión de rechazo.

Reflexión final para escépticos

A quienes desconfían de la medición en las Ciencias Sociales por considerarla “blanda” o poco precisa, les invito a cambiar su perspectiva, tal que en lugar de cuestionarse sobre la (im)posibilidad medir, traten de cuestionarse sobre cómo se puede medir. La complejidad del fenómeno no justifica la renuncia al análisis: la exige. Las Ciencias Sociales, cuando asumen el reto metodológico con seriedad, contribuyen no sólo a describir el mundo, sino a transformarlo con conocimiento fundamentado.


Alguna bibliografía interesante

  • Cronbach, L. J., & Meehl, P. E. (1955). Construct validity in psychological tests. Psychological Bulletin, 52(4), 281–302. https://doi.org/10.1037/h0040957
  • Stevens, S. S. (1946). On the theory of scales of measurement. Science, 103(2684), 677–680.
  • Popham, W. J. (2009). Assessment literacy for teachers: Faddish or fundamental?. Theory Into Practice, 48(1), 4–11.
  • Pellegrino, J. W., Chudowsky, N., & Glaser, R. (2001). Knowing what students know: The science and design of educational assessment. Washington, DC: National Academies Press.
  • Messick, S. (1995). Validity of psychological assessment: Validation of inferences from persons’ responses and performances as scientific inquiry into score meaning. American Psychologist, 50(9), 741–749.