4 grandes errores de la Universidad pública española ante la COVID

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Autor/a

Antonio Matas-Terron

Fecha de publicación

15 de septiembre de 2020

Llegó el coronavirus, se le hizo poco caso, y el 16 de marzo de 2020 se ordena el confinamiento de la población y con ello la imposibilidad de dar clases presenciales en las universidades españolas.

De la noche a la mañana (bueno, para ser más precisos fue de un sábado a un lunes) las universidades ponen sus recursos de enseñanza en línea a toda marcha para que toda la docencia pase al modo virtual. Lo que se consiguió fue un parche, un apaño temporal, que poco o nada tiene que ver con la formación en línea (eLearning) y que ha llegado a ser llamado Enseñanza Remota de Emergencia (más información aquí: https://www.theflippedclassroom.es/diferencias_eseonline/).

Ha pasado el tiempo y la situación de la pandemia no mejora, con lo que las universidades están tomando una serie de decisiones cuyas implicaciones tendrán un efecto incierto.

Dentro de este contexto hay al menos 4 grandes actuaciones que pueden considerarse grandes errores de la mayoría de las universidades públicas españolas:

Este último error parece que perdura. El ejemplo más claro es que en gran parte de universidades se han implantado webcams en las aulas, apuntando al docente (aunque se pueden cambiar de posición manualmente). Además, se informa de que si no hay sitio para todo el alumnado en el aula, que sigan la clase desde otras aulas, o desde su casa, por videconferencia. Está claro qué entiende la Universidad por dar una clase universitaria: un monólogo de una persona, dirigido a un grupo de personas que toman apuntes para después regurgitar dichos apuntes en una prueba calificatoria.

Lo que debemos tener claro es que las universidades, como cualquier institución, no es más que el conglomerado de personas que trabajan en ella. En última instancia, son las personas que toman las decisiones sobre qué debe hacer la Universidad las responsables de lo que suceda. Por tanto, deberíamos pedir responsabilidades a personas con nombres y apellidos, y no a la “institución” en abstracto.